Estábamos en la estación del metro Balderas esperando abordar el tren. De repente del otro lado pasa caminando un señor grande de cuerpo y mucho sobrepeso, pelón y llevaba una especia de rosario en la mano
Gabriel se sorprendió y me pregunto: Tiago, ¿realmente habría existido buda?, mira quizás ese gordito nos traiga suerte. Empieza a reír.
Claro que existió buda. Aunque es importante aclarar que la palabra Buda es un titulo o un epíteto, y no un nombre.
Puso tal cara de asombro que continúe diciendo.
Buda significa, “alguien que está despierto”. El titulo describe el logro de un hombre llamado Siddharta Gautama, quien vivió hace 2,500 años en el norte de la India y cuya labor consistía en viajar por el mundo y diseminar su enseñanza, a la que se le conoce como Buddha-Dharma y que tenía como objetivo “iluminar” a los que no vislumbran su futuro. Sin embargo, el “buda de la buena suerte” es otro, se llama Hotei o Bu-Dai y es conocido también como el “Buda sonriente” o el “Buda gordo”
Así como tu amigo de enfrente, nuevamente ríe. Pues si que este tipo vislumbra mi camino, no quiero llegar a estar así. Se entristece de ver al señor demasiado obeso.
No seas grosero, retomando el tema. Es muy posiblemente que la homofonía entre Buda y Bu-Dai son los responsables de la confusión. Hotei ha sido incorporado a las religiones budista y shintoista, y está basado en un excéntrico monje chán(zen).
A lo lejos se escucha el eco del tren que se va acercando, a los pocos segundos hace parada en el andén de enfrente. Aborda la gente, sube el señor gordo con una gran sonrisa, cierra las puertas y se dispone a seguir su camino el tren. Así lo vemos alejarse y quizás jamás nos volvamos a tomar al mismo señor gordo sonriente.
Mira ya se va el amigo buda. Mueve la mano con pantomima de despido Gabriel.
Yo lo imito. Adiós amigo buda.
Tiago, tu sabias que el buda se ha convertido en una deidad que propicia felicidad y abundancia, y que en Japón, forma parte de los siete dioses felicites, bueno ocho, porque yo soy el octavo. Sonríe con gran optimismo de si mismo. Y por eso hoy en la actualidad, su imagen decora numerosos templos, restaurantes y amuletos alrededor del mundo.
Delante de nosotros se abren las puertas del tren, abordamos y damos por terminada la plática.
By Luis Ángel Maciel Padilla © 2009
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