No cuente chistes en el auditorio, a menos que tenga la
absoluta seguridad sobre la reacción que originará su
apunte. Anticipamos que hay que tener sumo cuidado con
los chistes. ¿Qué tal que, abriendo su exposición para
romper el hielo, usted cuente un chiste y nadie se ría?
Hasta ahí llegó.
Recuerde que uno no se ríe del chiste en sí, sino de la
manera como que se lo cuentan. Muchas veces, usted oye
un chiste, se ríe mucho, luego lo cuenta y nadie se
ríe; o se ríen por educación. Además, no olvide que en
el auditorio puede haber personas susceptibles, que se
pueden molestar si se sienten aludidas por un apunte
chistoso.
Sin embargo, sabemos que a los auditorios les encanta
reír, pero este efecto también se puede conseguir
mediante la exageración de algunas situaciones o la
narración de anécdotas.
Podría contar en detalle algo que le haya sucedido a
usted, o que haya leído, o que le haya ocurrido a
alguien conocido. Obviamente, la historia debe
coincidir con el tema que proyecta desarrollar.
Cuando comienza su intervención contando una anécdota,
logra dos cosas muy importantes: Una, atrapa al
auditorio, siempre deseoso de que le hagan narraciones.
Dos: no olvida las palabras.
Uno de los grandes temores de los oradores es que
puedan olvidar las palabras en el momento inicial, que
es cuando se registra el nerviosismo. Pues bien, esa es
la solución. Comience haciendo una o dos narraciones. Y
¿de dónde las saca? Bueno, pues durante la preparación
del discurso, piense, revise, recuerde, mire hacia
adentro, recorra su vida y saque las anécdotas que
puedan servir a este propósito.
Cuidado con el Humor
Referenciado con:
Estrategia,
Lider,
Oportunidades